JUEGOS
Y DISCRIMINACIÓN
Solemos entender que el verbo discriminar
connota situaciones negativas cuando, en realidad, sólo describe –no valora-,
la separación entre entes de distintas características. P.e. objetos grandes de
chicos, personas mayores de menores, juegos para infantes y para adolescentes,
jóvenes, adultos, etc. En este caso sería un sinónimo de clasificar.
Pero, y existe, una discriminación negativa
–en adelante sólo “discriminación”- cuando separa, aisla, niega, oprime,
descalifica, se burla, aparta, echa, etc. Y ahora sí supone una axiología, una
valoración, que la sostiene
Aclarado esto podemos entrar en tema. Todos
los juegos suponen participación voluntaria, diversión, personas (parejas o
grupos), tecnología, etc. Sin embargo, todos se divierten por igual o ante las
mismas situaciones? O acaso existen actividades lúdicas denominadas “juegos”
que pueden ser caracterizados como discriminatorios –recordemos, en su sentido
negativo!- ya que separan, aíslan, descalifican, etc?
Todo juego, “per se”, es parte de un
entrenamiento para la vida adulta que se caracteriza por el goce que
proporciona y porque su finalidad acaba en sí mismo. En tanto esta apreciación,
es educativo.
Y lo contradictorio que esta mínima reflexión quiere explicitar es que, desde pequeño se
aprende a discriminar y, en parte, a través de juegos (o estrategias lúdicas).
Son aquellos en que los participantes van siendo eliminados (en general por su
falta de destreza, capacidad o, simplemente, suerte). No se trata de ganar o
perder sino retirarse del juego con anticipación dejando a los “mejores”
jugando. Otra forma que adquiere la discriminación se encuentra en aquellos
juegos que culminan con burlas a los que han perdido p.e. indicándoles prendas.
Y la discriminación consiste, justamente en
aprender, divertidamente, gozosamente, a ser separado o continuar jugando. A
mejores y peores; a hábiles o incoordinados. En nuestro país es muy común el
juego del “quemado” que, en su versión original, expulsa a los menos hábiles y
permitiendo que las “estrellas” demuestren que son mejores. Más conocido es el
“baile de la silla” que tiene similar característica. Probablemente, si cada
uno de los lectores revisa su caja de herramientas lúdicas encontrará una
cantidad considerable de estos “juegos discriminatorios”, rondas, canciones,
hurras, bailes… acerca de los que nunca se le ocurrió reflexionar…porque,
claro, sólo son juegos... Quizás, para algunos, sea hora de perder la
inocencia.
Es que, todo juego es, ideológico. Lo sepamos
o no. Pero esto ya es para otra columna…
Prof. Lic. Pablo Waichman
Buenos Aires – abril de 2017
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